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Probablemente muchos no lo comprenderán, imagino que porque es una de esas cosas que hace falta sufrir por uno mismo para llegarlas a entender. Pero si sois de los que han tenido que sacar adelante una hermandad, sabréis lo mucho que cuesta mantenerla, y lo fácil que es que se venga abajo.
Una hermandad es lo más parecido que hay a un castillo de naipes; siempre tratamos de colocar las cartas en orden para que no se caigan. Pero quien ha puesto muchas cartas sabe por experiencia, que cuando menos te lo esperas una de ellas cae y se te viene al suelo casi todo el trabajo.
A mi me ha pasado, mi hermandad se ha venido abajo por lo menos 3 veces, y siempre he tenido que luchar por volverla a levantar.
Como dicen en las películas, "no es fácil ni agradable pero alguien tiene que hacerlo". Con el tiempo te acostumbras a estar siempre pendiente por si hace falta arreglar algo; pero también te acostumbras a que si has hecho las cosas bien, seguramente tu intervención no sea necesaria.
Y al final llega el día en que miras para atrás, y te das cuenta de que todo tu trabajo ha dado su fruto. Puede que el fruto no sea tan dulce como querías, pero es tuyo igualmente.
A mi me pasó el otro día, cuando me encontré con otro jugador al que hacía años que no veía. En su momento estuvo en mi hermandad, pero se fue porque quería un avance que nosotros no podíamos ofrecerle.
Nunca tuvimos problemas ni llegamos a discutir por eso, tan sólo perdimos el contacto. El caso es que según me contó, esa hermandad a la que se fue en su momento funcionaba muy bien, pero terminó muriendo. Él se fue a otra donde al final pasó lo mismo, y ahora está en una tercera donde según sus propias palabras "espera que no vuelva a pasar", y donde me dice que al menos de momento no hay problemas.
El porqué esas hermandades fracasaron es lo de menos, son cosas que pasan. Pero hablando con este excompañero, se sorprendió de que yo siguiese en la misma hermandad, de que siguiese siendo el maestro y de que todavía hubiese conmigo gente que él conocía de cuando estuvo con nosotros.
Símplemente se quedó con la boca abierta, y todo lo que alcanzó a decirme fue que el mío era un caso muy raro, y que debía de sentirme orgulloso de mi hermandad.
Por supuesto, yo le dije que estaba orgullo de haber conseguido mantener la hermandad todos estos años; pero me quedé pensando si ese mismo sentimiento lo tienen o no los demás. Por eso esta semana os quiero preguntar:
¿Estáis orgullosos de la hermandad que tenéis?
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