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Una de las partes más difíciles de aprender cuando se es líder de una hermandad, no es la de tomar decisiones como muchos pueden pensar. Las decisiones se toman por si solas, pueden estar bien o mal tomadas, y a veces incluso puede que se hayan tomado en contra de la propia voluntad, porque no quedaba más remedio. Pero igualmente se toman, y es algo que todos hacemos, queramos o no.
El verdadero problema no es el de si hemos tomado la decisión correcta, o si la hemos tomado a tiempo. El problema de verdad es si somos capaces de mantener esas decisiones y conseguir que los demás las respeten.
Podemos intentarlo de mil maneras distintas, pero al final siempre llegará el momento en el que nos toque ser los malos de la película. Es como si fuésemos padres de niños pequeños y tuviésemos que obligarlos a comerse las verduras, lo hacemos por su bien, pero eso no significa que nos lo vayan a agradecer.
Siendo maestros de hermandad nos pasa lo mismo, tenemos que mirar por el bien de todos los demás, y en consecuencia, pensando en eso, tenemos que tomar decisiones que no siempre son de su agrado.
A mi me ha pasado muchas veces, y para bien o para mal he tenido que aprender a mantenerme en mis trece y no dar un paso atrás.
En su momento por ejemplo, decidí que lo mejor que podía hacer por la hermandad era dejar de dar apoyo a la raid de avance (Alma de Dragón en aquel entonces), porque quienes estaban en ella sólo buscaban el propio beneficio y no pensaban en sus compañeros.
Les dije que o todos o ninguno, pero que no permitiría la discriminación; y al final se fueron. Pude echarme atrás en cualquier momento y decirles que volvía a darles mi apoyo, pero no lo hice. Y cuando se marcharon, perdimos una cantidad importante de miembros, que decidió seguirlos.
El tiempo me dió la razón, y ahora nosotros seguimos raideando mientras que la hermandad que ellos montaron está casi desierta.
En otra ocasión no hace mucho, tuve un caso un tanto peculiar. Un compañero muy joven (casi un niño) al que le gusta estar siempre llamando la atención para todo, y exigiendo ayuda de los demás.
Le dije varias veces que se comportase, y que no pidiese a los demás lo que él mismo no estaba dispuesto a dar. Un par de días más tarde me dijo, que como nadie le hacía caso se iba para entrar en la hermandad de un amigo. Y yo le respondí, que si estaba seguro adelante, pero que se lo pensase bien, porque conociendo su forma de comportarse no lo dejaría entrar de nuevo si se arrepentía.
Un par de semanas más tarde estaba llamando a nuestra puerta otra vez, y como es lógico le dije que no.
Algunos me lo agradecieron, y otros me reprocharon que tratase tan duramente a un niño. Pero no cambié mi decisión.
Yo suelo mantener las decisiones que he tomado, aunque muchas veces no sea fácil. Pero la cuestión, como de custumbre, es qué hacéis vosotros a este respecto, así que os haré la correspondiente pregunta de esta semana.
¿Cuando tomáis una decisión la mantenéis hasta el final?
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